PLANTAS BAJO EL AGUA
En algún momento, hojeando un libro de pintura flamenca, me impactó El Olfato, de Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens. La obra forma parte de la serie de Los cinco sentidos, que Brueghel pintó entre 1617 y 1618 con la colaboración de su amigo Rubens, quien realizó las figuras alegóricas.
Es posible que la serie fuera un encargo de la infanta Isabel Clara Eugenia y su esposo Alberto de Austria, soberanos de los Países Bajos españoles y del norte de la Francia moderna, ya que Brueghel se desempeñaba como pintor de su corte.
En 1636 los cinco cuadros pasaron a formar parte de la colección del rey Felipe IV y se ubicaron en una sala con estantería de ébano y bronce, junto a cuadros de Durero y Tiziano.
Uno de los pintores más afamados y prolíficos de su tiempo, Brueghel trabajó, entre otros, para Federico Borromeo, quien sostuvo que su pintura reflejaba la belleza y variedad de la naturaleza. Su obra se caracteriza por temáticas como bodegones de flores, escenas alegóricas y mitológicas y escenificaciones del Paraíso. Brueghel llegó a afirmar que tardaba en finalizar sus cuadros porque incluían especies que florecían en diferentes épocas del año.
En varias ocasiones volví a observar El Olfato en mi libro de pintura y descubrí que generaba, en cada oportunidad, una interpretación especial. No hace mucho tiempo visité en Madrid el Museo del Prado para ver en directo esa obra monumental. Es que el pasaje por la obra me pareció natural para llegar a un conocimiento de ella más allá de su existencia como objeto. En ese momento sentí que, como expresara Pablo Gianera, “cuando contemplamos una obra de arte, también ella, de un modo misterioso, nos contempla a nosotros”. Según el autor: “La experiencia artística consiste en esa ilusión contemplativa de que algo, o alguien, nos mira, nos escucha o nos habla en secreto detrás de la obra, porque la contemplación no es solamente visual, sino también auditiva”.
Al mismo tiempo, cada obra tiene visiones ajenas a la propia del autor, y pocas coinciden. Todas están teñidas por la experiencia personal. Decidí inspirarme en la obra de Brueghel, sobre todo en aquellas flores y plantas que nos transmiten una misteriosa empatía, para crear una serie de imágenes según mi propia interpretación. El agua, el cristal y la incidencia de la luz intentan recrear el espíritu de las pinturas de la época, en las que se empleaba el óleo, material que facilita las transparencias, los reflejos, la atmósfera y los efectos de luz y sombra. Es que como decía Salvador Elizondo: “La pintura no tiene público; tiene miradas".